José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

miércoles, mayo 19, 2010

Barro blasfemo o la irreverencia del arte y lo cotidiano

Presentación de Barro blasfemo, de Ivón Gordon Vailakis
Casa Cultural Trude Sojka, Miércoles 6 de mayo de 2010


La fecundidad de la tierra es una llamada y una llamarada. A ella asisten los elementos prestos para que la vida germine. En ella se incendia la presencia múltiple del ser. Del beso de la tierra con el agua, el barro, como en el mito bíblico de la creación, se convierte en el dador de vida, en la materia hecha símbolo, ennoblecida por cuanto condensa el milagro por el que existimos. El barro como memoria de la nada desde donde fuimos sacados por las manos de un creador; como dolor de la nada en la que nos convirtieron las manos de un destructor; como fiesta del todo que seremos, irreverentes ante la muerte por la persistencia vital de la palabra.

Ese barro primigenio de donde emergió la vida, ese barro simbólico de nuestra condición transeúnte, ese barro endurecido en el que impregnamos nuestra breve historia mundana. Esa mezcla de tierra y agua se disemina en la palabra de la poesía para convertirse en la realidad metafórica de los que soñamos de día. Ivón Gordon Vailakis, en Barro blasfemo nos convoca, desde un comienzo, a vivir impregnados, preñados de palabras que son paridas en la piel del texto poético: “Las palabras crecen, brotan, echan sus raíces dentro de mí, vivo en un embarazo continuo, mi vientre se conecta a otra vida, esa vida que me lleva a vivir otras vidas. […] Vivo embarazada y doy a luz continuamente.” (p. 9)


Ivón Gordon, partiendo de un exergo tomado de Edgar Allan Poe: “Aquellos que sueñan de día están conscientes de muchas cosas que se escapan de aquellos que sólo sueñan de noche,” trabaja la imaginería del sueño y la ubica como uno de los elementos esenciales de la vida embarazada de palabras: “Esa vida duerme el sueño de la memoria. Duerme y se despierta con el ritmo de la vida” (p. 9). Se trata, como sucede en todo trabajo creativo, de una tarea de hacer y deshacer, como la voz poética dice que trabaja el bordado de las dos almohadas: “Hay veces que el bordado se confunde y sin darme cuenta, / jalo los hilos para empezar de nuevo.” (p. 11). Es el sueño, ya no como fantasma, sino como presencia que acompaña, que da calor, que da vida a las cosas; y también, es el sueño como espacio que aguarda la realización de aquello que sucede en otro espacio, ese que el ser humano sabe inexorable: “Nada está afuera / del azar y la muerte. / Las manos descansan en los muslos, / como gotas de ámbar en el umbral de los sueños. (p.81)


Con dos elementos trabaja la poeta en su libro: la tierra y el agua. El uno como permanencia de la memoria del horror transformado en arte; el otro como purificación de lo cotidiano, como presencia que de un rito destinado a desacralizar el rito mismo y convertir en ritual aquello que pasa de largo ante los ojos de quienes únicamente sueñan de noche: “El agua cae como gotas de lluvia, / y se da la vuelta en el día.” (p. 32) La contemplación en el espejo del ser que ejecuta los actos cotidianos de limpieza personal en cada mañana termina convirtiéndolo en oficiante de un rito de purificación y lo transforma, metafóricamente, en el elemento del rito: “Eres el agua que borbotea / en la fuente a la entrada de la casa. / Eres como decir lluvia / llueve.” (p. 34)


Ese proceso de ritualización de los actos cotidianos, esa conversión de la realidad vulgar en un hecho extraordinario a través de la contemplación volcada en la palabra poética, esa mirada iluminada de lo rutinario gracias a la imagen que quiebra los bordes de lo racional, nos acerca a la purificación profana: “Me lavo las manos como si fueran estrellas de mar. / El agua corre por las manos / y se oculta entre las rocas, / creando lagunillas con los pájaros.” (p. 35)


La desacralización del ritual y la conversión de lo profano en sagrado se mueve hacia lo escatológico y, enmarcada en el silencio de la introspección, nos devela, en términos blasfemos, el sentido ritual de aquellos espacios socialmente despreciados, silenciados: “La taza del escusado / es el templo sagrado donde descansa el agua, / donde no necesitas ninguna respuesta, / donde todo está en total armonía.” (p. 37) Así, por efecto de la evocación poética, tenemos a la taza, sanitario, reservado, privado, retrete, inodoro —aunque su naturaleza es la de albergar olores fuertes, pestilentes— o, simplemente, letrina, convertida en un templo del agua, un lugar de purificación: el ser humano que se busca permanentemente en todas partes, también se encuentra consigo mismo ahí, en ese lugar denigrado, las más de las veces nominado con circunloquios, silenciado.

La figura del espejo constituye otro espacio de encuentro del ser consigo mismo. Una suerte de matrimonio de imágenes, de conjugación de lo que se es y de lo que se quiere ser, de intento por tocarse el cuerpo a través del juego de complementariedad de uno mismo que es todo espejo: “Has conseguido unir / las dos fuerzas / en un matrimonio frente al espejo. // Has unido al azar / las fuerzas que se pelean: / la ternura y la abnegación / se dan la mano, / el deseo / un pálpito inconsciente.” (p. 16) El azogue es también el lugar para la fantasía, para ver en él no lo que existe sino lo que se quiere ver, para dar en él ese paso imaginario que, en el poemario, siempre está rompiendo los límites de lo real: “Mientras ves en el espejo un río lleno de peces. / Ha llegado el momento de recapacitar / como decir vagar / vaga / vagas incesantemente, / porque no eres el abrigo de lana que cuelga en el ropero, / ni eres las zapatillas de ballet escondidas en una esquina, / ni eres el viaje de un bisonte lleno de espanto.” (p. 33)


¿Cuál es la magia que poseen los espejos? ¿Cuál, ese secreto escondido que nos espera agazapado detrás de la imagen de nosotros mismos que el espejo nos devuelve con aparente inocencia? El espejo tiende a multiplicar lo que somos en su dimensión festiva y en su dimensión horrenda; ahí estamos prestos a ser reproducidos pero no para dispersarnos sino para complementarnos: ser nosotros y la imagen de nosotros mismos confrontados en el silencio: “El espejo queda / porque siempre queda, / No importa lo que busques / para completarte, completarnos, / porque sin importarle nada / cada noche te espera sin pedir nada.” (p. 73)


Pero el ser que se mira y se reproduce en el espejo es un también un ser transeúnte, un vagamundo que lleva en sí la memoria de los sabores culinarios, el inventario de las tradiciones que lo mantienen signado por una historia cultural y que anda con sus raíces a cuestas que, es como decir, camina con el peso leve del hogar sobre sí mismo para sobrevivir la diáspora histórica y la contemporánea:

El hogar lo cargas en la espalda
y el toldo de tu carpa
lo plantas en cualquier sitio del mundo.
Los berros, la cebollina, la lechuga
también los planto en cualquier sitio de la tierra.
Ese es el destino del que lee las cartas,
del que es nómada por tradición o por destierro,
del que no tiene rumbo fijo, y el mundo
es su casa. (p. 52)

La tierra, ya señalada como elemento de trabajo poético, está presente en una de las partes más dramáticas y cargadas de sentido histórico que es la dedicada a Trude Sojka, la artista de origen checo que vivió en Ecuador desde que fuera liberada del campo de concentración de Auschwitz y que legó su obra al Ecuador. Una parte importante del trabajo de Trude Sojka se sustenta en la memoria del Holocausto: se trata de que esa memoria del horror permanezca para que nunca más el ser humano sea capaz de un genocidio de tal magnitud pues la artista checa incorpora también los otros genocidios, más recientes y menos conocidos en su memorial estético:

Cómo empezar a hablar de una mujer
de tamaño menudo que con sus manos
transforma el cemento en un acto
de dolor y memoria.
Cómo explicar sus manos abiertas
que adornan de guirnaldas el lienzo. (p. 48)

El barro, el elemento primigenio, es recuperado por las artistas, por Trude y por Ivòn, por la primera, en su el esplendor de su materialidad, por la segunda, en la extensión de la palabra poética, para perpetuar la memoria. ¿En qué consiste la blasfemia? Tal vez en la irreverencia que significa ennoblecer un elemento común para que sea el portavoz de aquello que, como humanidad, necesitamos perpetuar: “Cómo explicar sus manos en movimiento / creando monstruos del holocausto en el cemento.” (p. 48). Frente al horror, nos queda faltando siempre explicaciones, nos queda la existencia de la irracionalidad y la perversión humanas: dolor y memoria, horror del alma: “Cómo explicar el misterio / que cae sobre la piedra del primer aliento, / cómo explicar / el rugido ancestral / del barro blasfemo.” (p. 49)


Barro blasfemo, de Ivon Gordon Vailakis, es un poemario que, desde la irreverencia, desde una desacralización de los símbolos, recupera a la tierra y al agua como elementos constitutivos de una particular búsqueda del ser errante. En él, el barro se convierte en símbolo de la memoria que permanece convertida en arte.

jueves, abril 08, 2010

La nueva Patria

Discurso de despedida en nombre del equipo saliente del gabinete gubernamental

Con el presidente Rafael Correa, el lunes 5 de abril de 2010, en el Palacio de Carondelet, luego de la ceremonia de posesión de los nuevos ministros.

Todavía me acuerdo del primer gabinete, días antes de asumir el gobierno en enero de 2007. Fue en Punta Centinela y los ministros y ministras designados veíamos el mar y el sol como una tentación desperdiciada frente a un método de trabajo exigente y disciplinado que empezó a tomar forma desde el principio. A la noche, cena y canciones con el viejo Napo, el de “Gringa loca” y “Cangrejo criminal”, y la juguetona osadía de desplazar a los músicos e instalar el canto del que luego sería el grupo Necedades, necios en su afán de cantar como necios hemos sido desde entonces en el propósito insoslayable de transformar la realidad de un país asolado por los poderes fácticos, organizado para provecho de unos cuantos.

¿Cuánto ha cambiado la Patria desde entonces? El país de grupos corporativos que se repartían entre ellos espacios de poder como resultado de la destrucción sistemática del Estado ya no existe más. Ese país de instituciones débiles y corruptas, de gobiernos en jaque, y de grupos de presión establecidos como gobiernos paralelos quedó para la historia de la ignominia. Ese país en el que pequeños grupos de radicales ávidos de poder asumen sin legitimidad el nombre del pueblo y actúan de manera sectaria en alianza con los propios opresores en contra de este proceso de transformación que estamos viviendo, va a desaparecer. Ese país en el que el capital financiero ponía ministros de Economía y gobernaba los organismos de control de la banca, en el que los comerciantes administraban las aduanas, en el que los gremios empresariales regulaban las normas de un mercado caótico, ya no tiene viabilidad aunque todavía se revuelque con coletazos de bestia moribunda.

Ecuador vive una revolución ciudadana que le devuelve a la ciudadanía lo que a la ciudadanía le pertenece: un Estado que ejerce la rectoría de la sociedad y aplica la Ley, una obra pública destinada al servicio de todos en todas partes del país, una inversión destinada a hacer de la salud y la educación los pilares de una sociedad equitativa, la creación de condiciones para el emprendimiento de lucro justo, los espacios para el ejercicio de una libertad de expresión responsable. Una revolución que llega a aquellos pueblos que estuvieron olvidados hasta por los predicadores de ferias.

Para que Ecuador se mantenga en el pasado, quienes no están dispuestos a perder sus privilegios han recurrido a un sinfín de maniobras bañadas de hipocresía. Han retorcido el sentido de las palabras hasta que signifiquen negro cuando se dijo blanco para hacerse los ofendidos. Han mentido cuando así les convenía de tal forma que en un momento la explícita defensa de la vida fue expuesta como su contrario, la distribución equitativa de las rentas transformada en centralismo, o la defensa de la soberanía nacional en supuesta complicidad con quienes mantienen una inhumana guerra carente de ética. Han intentado desconocer lo hecho con el sofisma de que todavía faltan cosas por hacer cuando hemos sido los primeros en reconocer cuanto está pendiente. Han exagerado los problemas que existen en todo ejercicio de gobierno y minimizado las realizaciones que dan cuenta de una voluntad política de transformar la sociedad. Y después de boicotear esta revolución ciudadana, con toda la libertad y garantías de una democracia construida bajo una Constitución de derechos, después atacarla de todas las formas posibles, las legítimas y las que no lo son, los corifeos de siempre tienen la desvergüenza de hablar de tiranía apoyados por ciertos grupos mediáticos convertidos, sin pudor de ningún tipo, en actores políticos.

Tres años después, el país ha cambiado para regocijo de los más pobres y para tranquilidad de los sectores medios con conciencia social, para los que emigraron y para los que esperan el retorno de los suyos y difícilmente volverá a ser el de antes. Porque ya nadie permitirá que se gobierne para los que, con cada administración, han buscado acrecentar su capital sin ningún tipo de limitaciones éticas; porque ya nadie permitirá que los presidentes se encierren en Carondelet de espaldas a la vida; porque desde todos los rincones del país, la ciudadanía exigirá la presencia física de sus mandatarios, escuchando a la gente, institucionalizando el diálogo y la rendición de cuentas, pero, sobre todo, sirviendo al pueblo.

A ese cambio, con sencillez y vocación de servicio, con entrega personal y sacrificios familiares de distinta naturaleza, hemos contribuido los que hoy día participamos de la alternancia de un equipo de gobierno que, como en todo proceso vital, ha cumplido un ciclo de trabajo en el servicio público. En el camino sin fin de lo humano somos apenas seres transitorios y, justamente, esa transitoriedad es la que nos obliga a la acción comprometida con los pobres del Evangelio, sin paternalismos ni demagogia, con sentido de justicia y solidaridad. Los que salimos del equipo de gobierno esperamos haber cumplido nuestra responsabilidad ciudadana en plenitud de acción y profundidad ética. Nos habremos equivocado en la ejecución de ciertas tareas, sin duda alguna, pero nuestros errores fueron de buena fe y nos retiramos a casa alegres de ver, con mirada limpia, a nuestros hijos.

Compañero Presidente: a nombre de los que hoy día dejamos el equipo de gobierno queremos agradecerle por la confianza en nuestra capacidad técnica, en la honestidad administrativa, en la consecuencia política; y queremos agradecerle también por la oportunidad que hemos tenido para servir con amor. También queremos expresarle nuestra admiración, más allá de que cante, baile, haga chistes, se irrite con riesgo de caer en uno de los pecados capitales o sea emelecista, porque usted es un líder que gobierna con el ejemplo: es el primero que está trabajando y el último en ir a descansar, recorre el país pensando siempre en cómo solucionar los problemas de los que es testigo, exige a todos como se exige a sí mismo, se fija siempre en el detalle que hace la diferencia y la Patria es un empeño de su corazón.

También deseamos que la camaradería de gabinete acompañe la vocación de servicio de los compañeros y compañeras que asumirán desde hoy la responsabilidad que hasta hoy hemos tenido quienes nos vamos y podemos caer, finalmente, en la tentación del mar y del sol.

Un Ecuador libre y soberano, justo y solidario, es un sueño de todos para cuya construcción hemos contribuido en la medida de nuestras humanas fuerzas, por el que seguiremos luchando con los principios de la revolución ciudadana.

Compañeras, compañeros,
¡Siempre por la Patria, siempre!

Quito, 5 de abril de 2010

jueves, abril 01, 2010

Carta de renuncia al Ministerio de Educación

Con el Presidente Rafael Correa, el 1 de abril de 2009, en el Colegio Patria Ecuatoriana, de Guayaquil, en la inauguración del año lectivo de la Costa, 2009 - 2010.

Quito, 22 de marzo de 2010

Economista
Rafael Correa Delgado
Presidente Constitucional de la República del Ecuador
En su despacho

Estimado compañero Presidente:

En primer lugar, le agradezco de manera profunda por la confianza expresada en mi trabajo al haberme ratificado en la cartera de Educación en el momento en que usted asumió el gobierno de nuestro país. Para mí no solamente fue muy significativo en términos personales sino que, en un sentido político, ha sido gratificante participar del proyecto de la Revolución Ciudadana que usted lidera.

En segundo término, le informo que en estos tres años y tres meses de gestión he volcado mis empeños en institucionalizar el Plan Decenal de Educación que es mandato ciudadano a partir de la consulta popular del 26 de noviembre de 2006 y que usted asumiera como su plan de gobierno en el sector educativo. Los logros del Plan se encuentran en la página electrónica del ministerio y en los diferentes documentos que le he dado a conocer oportunamente. De lo que falta, algunos asuntos requieren de una nueva Ley de Educación —que hemos elaborado y presentado a la Asamblea Nacional y que está para segundo debate— que permitan la institucionalización de un nuevo modelo de gestión desconcentrado que incluya una mayor participación de la comunidad, a través de los Gobiernos Escolares Ciudadanos, en el proceso de rendición de cuentas, una cultura de la evaluación, un sostenido proceso de desarrollo profesional del magisterio, una mayor gobernabilidad del sistema educativo, una nueva organización del propio sistema y sus niveles educativos, entre otros puntos. Todo lo dicho, para cumplir uno de los principales objetivos de la Revolución Ciudadana que es devolver a los ciudadanos lo que a la ciudadanía le pertenece; es decir, una educación pública de calidad y calidez, base de las sociedades democráticas.

En nuestra gestión hemos cometido errores como se comete en toda tarea humana. El más grande de ellos fue haber anunciado que éramos una “Patria alfabetizada”, basados de buena fe, en la revisión de nuestras cifras por parte de un equipo de Unesco que realizó proyecciones que, según los datos del Inec de fin del año 2009, resultaron equivocadas. El sectarismo y la venganza política de quienes perdieron el poder de hecho que tenían en un sistema educativo secuestrado ha llevado al MPD a plantearme un juicio político por el motivo señalado, no obstante haber sido yo mismo quien, con entereza, anuncié al país que la lucha contra el analfabetismo seguía siendo una tarea educativa. A pesar de las dificultades estamos corrigiendo en todos el país el trabajo de educación de adultos.

Le agradezco por el apoyo político y personal que usted ha dado a mi gestión y por la oportunidad de servir al país. Dada su voluntad política y su calidez humana mi tarea se ha visto facilitada pues siempre los integrantes del equipo ministerial hemos sentido que su vocación de cambio supera los objetivos y metas del propio Plan Decenal.

Finalmente, sabiendo que las personas cumplimos ciclos en nuestra vida y usted requiere la más amplia libertad de acción para reorganizar su equipo de colaboradores en función de los objetivos patrióticos que se propone la Revolución Ciudadana y las realidades políticas que enfrentará el gobierno, pongo a su disposición el cargo de Ministro de Educación con el que me ha honrado, más allá de que, como ministro y cercano colaborador suyo, reitero que el cargo ha estado y está en todo momento a su entera disposición.

Espero, compañero Presidente, haber cumplido con las altas expectativas que usted exige del trabajo de sus colaboradores.

Fraternalmente,

Raúl Vallejo Corral
Ministro de Educación