José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

sábado, abril 19, 2008

Poesía mística


El Universo,
"En escena", abril 19, 2008





Raúl Vallejo presentó su libro Missa solemnis, en Guayaquil

La capilla del colegio San José La Salle se convirtió el pasado miércoles en un espacio para la poesía mística. La lírica al Todopoderoso del escritor mantense Raúl Vallejo, ministro de Educación, predominó con la presentación de su libro titulado Missa solemnis, del cual leyó algunos versos.

La participación del grupo coral de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), bajo la dirección de Byron Sotomayor, se intercaló con la intervención de amigos y conocidos del poeta ecuatoriano, quienes ofrecieron una semblanza de él y hablaron de su poemario.

María Isabel Cabezas, presidenta de la Federación de Establecimientos de Educación Católica (Fedec) de Guayas, resaltó que Missa solemnis es “poesía que encanta a Dios, que logra recoger varios momentos de la misa católica”.

David Samaniego, rector del colegio Ecomundo, describió a Vallejo a partir de los recuerdos del autor ecuatoriano Fernando Balseca, con quien compartió la escuela y el gusto por las letras. Señaló que “era muy aplicado, buen compañero y tenía ideales y el sentido de la responsabilidad”.

El narrador y profesor colombiano Diego Alejandro Jaramillo presentó el poemario. Dijo que en esta obra “se hace una exaltación de cada evento que lleva al hombre a ser partícipe de la muestra de amor más grande que pueda existir”.

Raúl Vallejo indicó que Missa solemnis nació luego de que su madre, Aída Vallejo de Corral, falleciera el 10 de enero del 2004. “La idea era hacer una oración en su memoria, una misa solemne que cantara a la vida”, agregó.

DIEGO A. JARAMILLO:

“Raúl Vallejo rompe con los esquemas tradicionales del misticismo y canta en un estilo libre y moderno”.

viernes, abril 04, 2008

Alart Quartet en La Compañía

Con los integrantes de Alart Quartet, en la Iglesia de la Compañía, el 17 de marzo de 2008


Bajo la bóveda cubierta de pan de oro de la Iglesia de la Compañía, frente al altar principal, paradigma del barroco colonial quiteño, Josep Colomé respiró hondo, alzó sus cejas espesas y agarrando con firmeza el arco de su violín atacó con mucho brío las primeras notas de la introducción de Las siete últimas palabras de Cristo, de Joseph Haydn. El concierto de Alart Quartet, aquella noche del 17 de marzo, en el marco del VII Festival de Música Sacra, en Quito, Ecuador, fue sublime —si es que esta palabra aún conserva el sentido filosófico que le diera Immanuel Kant y que tiene que ver con aquello que habita en el aire, como las notas de este cuarteto de cuerdas, y que logramos definir desde adentro de nuestro espíritu como excelso.

Participé del concierto no solo como espectador sino como la parte verbal de aquel y, por tanto, tuve el privilegio de sentir que ese liderazgo sereno del violín de Colomé incluía a mis palabras. Esa noche leí los poemas sobre las Siete palabras de mi libro Missa solemnis al comienzo de cada uno de los movimientos correspondientes. Me sentí inmerso en la fuerza expresiva que adquiere la música en las cuerdas de estos jóvenes intérpretes que llenaron la iglesia con una expresión cargada del dolor que asumimos en la muerte del Hijo, que “es tan sólo un hombre / íngrimo / dando la cara ante su muerte.”

El maestro rumano Sergiu Celibidache rehusó de por vida a que los conciertos que dirigía apareciesen en discos. Desde esta perspectiva, la música sólo puede ser música en el momento de ejecución de la partitura. Gracias al portal electrónico (www.josepcolome.com) he podido escuchar la Introducción de las Siete últimas palabras grabada por Alart Quartet en el Monasterio de Poblet: tiene la magia de lo perfecto pero carece de esa extraña fuerza que tuvo la interpretación de aquella noche y que le fuera dada por la vehemencia de Colomé: su profunda respiración, su tendencia a marcar el ritmo con el pie derecho, su ligera desconcentración ante un público que no dejaba de aplaudir al final de cada movimiento, los gestos de su cara para imponer el tempo y la tesitura tenue de aquellos momentos dramáticos de la obra de Haydn.

El liderazgo del violín fue claro y, aunque suene paradójico, también fue sutil en cada una de las sonatas. Jamás olvidó —y por el contrario permitió la total armonía del cuartero—, el trabajo de Josep M. Ferrando, en el segundo violín, Josep Puchades, en la viola, y Josep Trescoli, en el violonchelo. Y, aquí, sólo por una debilidad de aficionado, puedo decir que el violonchelo supo trabajar el diálogo con el primer violín en las partes en que fue requerido con ese grave lamento sonoro que la composición requiere del instrumento, sobre todo en el Largo de la Sonata I: “Los hombres son ciegos que coronan la gozosa ebriedad de sus lazarillos / extravío sediento de dioses en la inmensa soledad del Gólgota / coronación de olvido del Dios que sacrifican”, y en el de la Sonata VII, que es el momento en que Cristo encomienda su espíritu al Padre: “triste y solitaria trashumancia del Alma / hambrienta de infinito en los laberintos de lo humano / manumitida por las palabras agónicas del Hijo / que nos convida al ágape imposible en la mesa del Ausente.”

La interpretación de “El terremoto” cerró en un punto muy alto el desarrollo lírico del cuarteto. Unido a la última palabra este movimiento tuvo la fuerza musical necesaria que requiere el suceso: muerto el Hijo, la Naturaleza revienta de dolor y angustia de orfandad. Nuevamente el liderazgo de Colomé se hizo sentir; a ratos, levantándose levemente de su asiento, mientras tocaba, para multiplicar la fuerza que requiere el movimiento, el cuarteto fue impecable e implacable: Kant hubiera entendido que, en ciertas ocasiones, lo sublime —absolute, non comparative magnum, según su propia expresión en Latín— no reside únicamente en la razón del sujeto que observa sino también en la naturaleza del objeto observado: creo que en la noche de las Siete últimas palabras, más allá de nuestra razón crítica, Alart Quartet estuvo sublime.

Playa de Tonsupa, 02.04.08


domingo, marzo 30, 2008

Respuesta a insinuaciones perversas y cobardes

"En medio de las dificultades generadas por tantos años de abandono acumulados, sigo y seguiré luchando por hacer de la educación pública una educación de calidad y calidez pese a la palabra venenosa de quienes destilan amargura como tú."



Emilio Palacio:

Rechazo total y frontalmente, en tu manera de escribirlo y en lo que quisiste decir, las insinuaciones perversas y cobardes que haces en tu artículo "Borjarreísmo" (El Universo, 30.01.08) cuando escribes: "Tampoco [te refieres a Alfredo Vera] indagará en las cuentas de las decenas de militantes y ex militantes de la ID, amigos y parientes de Vera, que hoy disfrutan su cuota de poder, repartidos en los ministerios de aquí y allá." Como yo soy el único ministro que tiene un tipo de parentesco —político en este caso— con el arquitecto Vera, pues mi esposa es sobrina de aquél, y también soy militante de la ID, puedo colegir, sin estirar los sentidos de tu frase, que veladamente pretendiste echar lodo contra mí.

Tus insinuaciones son perversas porque, de manera taimada, tratas de generar sospechas sobre lo que es una trayectoria limpia y de servicio: la mía. Tus insinuaciones son cobardes porque, mañosamente, te escudas en las generalizaciones. Mis cuentas y bienes están declarados según la Ley; mis cuentas y bienes pueden ser revisados por los organismos de control según lo señala la misma Ley. En lo personal, no considero que la responsabilidad de dirigir un ministerio sea "disfrutar" de "cuota de poder" alguna: considero que es una manera de servir a nuestro país; y lo hago como una forma de cumplir con mis deberes de ciudadanía —asunto sobre el que he escrito desde años atrás como parte de mi trabajo intelectual—. Esa limitada visión del poder es tuya, la develas en tus palabras porque así entiendes tu espacio de poder en el diario: disfrútalo mientras te lo permitan tus patrones.

He trabajado con responsabilidad, dedicación y sentido ético desde que fui nombrado ministro por el presidente Alfredo Palacio y luego ratificado por el presidente Rafael Correa, generando políticas de Estado aprobadas por la ciudadanía mediante referéndum, buscando las diversas maneras de superar los problemas atávicos de la educación ecuatoriana, y ejecutando un plan de trabajo que no existió antes. En medio de las dificultades generadas por tantos años de abandono acumulados, sigo y seguiré luchando por hacer de la educación pública una educación de calidad y calidez pese a la palabra venenosa de quienes destilan amargura como tú.

Nada de mi trabajo va a ser manchado por la frustración con la que asumes tu militancia política de oposición —que la tienes disfrazada de periodismo crítico, y digo disfrazada porque éste último implica escribir con responsabilidad y no desparramar lodo con ventilador como lo hace tú—; yo sabré defender mi paso por la función pública y la modesta obra que he realizado con toda la entereza que me dan la ética de servicio que practico y, llegado el caso, las leyes que protegen la honra personal.

Como parte de mis derechos ciudadanos, exijo que, desde tu cuota de poder, publiques tal como está escrita esta carta en la sección "Cartas al Director" de diario El Universo.

Raúl Vallejo

sábado, marzo 29, 2008

Entrevista Express para la revista Vanguardia

Camisa diseñada por Alicia Cisneros para Raúl Vallejo


Las cosas que le dan miedo

Las alturas

Tengo vértigo: no me puedo arrimar a las barandas de los balcones y me es imposible subirme a una montaña rusa; en ese sentido, para mí, “el gusanito” ya es siniestro.

Ser secuestrado

La víctima de un secuestro queda en total indefensión; depende del humor de sus captores para sobrevivir; y la familia se siente tan cautiva como el secuestrado.

Muerte violenta

La muerte no me asusta sino la forma de morir. La peor para mí es una muerte violenta en la que alguien me acuchille el cuerpo, me degüelle o me asesine a machetazos.

Las cosas que lo enojan

Lidiar con borrachos

Sencillamente nos los soporto. Me molestan las estupideces que dicen, la impertinencia con la que se comportan, el estado en el que se desnuda la miseria humana.

Las poses intelectuales

Sobre todo la de aquellos que se las dan de “atormentados”, o “malditos”; o la de quienes creen que sólo se puede ser escritor o artista si se vive fuera del país.

La prepotencia

La de los políticos que abusan del poder; la de quienes consideran inferiores a los que no leen lo que ellos leen; o la de los periodistas que se creen la estrella de un reportaje.

Los papelones en su vida

Viuda feliz

Había fallecido el papá de un amigo y, como me pongo nervioso en los velorios, me acerqué donde la mamá de mi amigo y, al abrazarla, le dije: “¡Felicidades, señora!”.

Confianzudo

Trabajé unos meses como reportero y tenía mi primera entrevista con el alcalde Bolívar Cali. Cuando empezó la entrevista me dirigí al alcalde diciéndole: “Don Bolo…”.

Desafinado

En un programa de TV, la Caja de Pandora, canté a capella “La barca”. El productor puso la música después. El resultado fue una versión musical como para el naufragio.

Publicada en Diciembre de 2006

Respuesta a 11 preguntas de Xavier Oquendo

Portada de la primera edición de Madame Bovary, de Gustav Flaubert.
Si quiere ver la portada en tamaño natural, vaya a:
http://books.google.com.eg/books

1. ¿Cuáles son los tres títulos de la literatura universal a los que se acerca constantemente a releerlos?

Me gusta releer al azar de tanto en tanto algún capítulo de El Quijote, sobre todo de la segunda parte, y en cada ocasión el caballero de la triste figura se me reafirma como el símbolo del anhelo humano de vencer el cinismo de la realidad; otro libro es Cien años de soledad, con él descubro una escritura tan sentimental como los boleros, tan profunda como la filosofía, tan sostenida en la construcción de la frase como si la palabra emanara voluptuosidad; y con Madame Bovary asisto sin dejar de asombrarme a la exactitud matemática de la construcción del personaje y al drama de la gente común convertido en testimonio de la condición humana.
2. ¿Qué haría por obtener un ejemplar de la primera edición de algún libro famoso de la literatura y Cuál sería ese título?

No haría nada. Ningún libro, por famoso que sea, merece ser víctima del fanatismo religioso de los coleccionistas. Detesto la caza de reliquias de cualquier tipo. Pero si quiere una respuesta afirmativa le digo que buscaría en google y pegaría la carátula en mi blog!
3. ¿En qué libro ha encontrado su definición de “Vida”?

Como todo en la existencia, el concepto de “vida” que uno asume también varía. Cuando tenía 23 años, me identificaba con una frase de Truman Capote en el capítulo “Una hermosa criatura” de su libro Música para camaleones que dice: “¿Por qué la vida tiene que ser tan jodidamente podrida?”. No es que haya abandonado esa visión pesimista de la vida, pero ahora siento que la existencia es breve y por ello la vitalidad del instante se vuelve indispensable: en uno de sus famosos robaiyyat, Omar Jayyam escribe: “La esencia de esta vida y el ser del mundo son / un sueño, una quimera, un engaño, un instante” y en otro, concluye: “si todo en este mundo dejará de existir, / tú, supón que no existes; y ya que existes, goza.”
4. ¿Qué historia de amor de la literatura le hubiera gustado vivir?

En general las historias de amor de la literatura son tan dolorosas que las personas seríamos incapaces de vivirlas con todas sus consecuencias. Sin embargo, la relación amorosa de Pablo y Lulú, en Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, es una historia que me hubiera gustado vivir por la manera cómo la experiencia de la sexualidad llevada al límite, devela el poder del amor vivido en la plenitud de la libertad.
5. ¿Qué obra de la literatura le gustaría ver en el cine?

Rayuela, de Julio Cortázar, por el desafío que implica su traslación de sentidos y de su propuesta de lectura al lenguaje cinematográfico.
6. ¿Con qué autor de la literatura le hubiera gustado conversar y compartir en una velada bohemia?

Con Henry Miller, por su espíritu vitalista; con Henrich Böll, por su compromiso ético; con Julio Cortázar, por su inteligencia serena.
7. ¿A qué autor de la literatura universal considera injustamente olvidado?

En la historia literaria existen propuestas estéticas dominantes en cada periodo y por ello algunos autores pasan a segundo plano; después de cierto tiempo, esos mismos autores son retomados por una nueva generación de escritores y vuelven a convertirse en iconos del chismorreo del mundo literario. Considerando este marco fatal, siento que Dostoievski es un autor que no se está leyendo con la intensidad con la que merece ser leído por todas las generaciones, sin que importe cuál sea su propuesta estética.
8. ¿A qué autor de la literatura universal considera sobre valorado por la crítica y el tiempo?

No me atrevo a descalificar a nadie que haya sobrevivido al paso implacable del tiempo y de la crítica, pues mi descalificación únicamente sería expresión de la insolente soberbia del gusto.
9. ¿Qué personaje de la literatura le hubiera gustado que exista, efectivamente?

Ignatius Reilly, de La conjura de los necios, de John Kennedy Toole.
10. ¿En qué personaje de la literatura se ha visto reflejado en virtudes y defectos?

En Hans Schnier, el narrador protagonista de Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll.
11. ¿Cuáles son las cinco palabras que utiliza con obsesión en su literatura?

Soledad, espíritu, profundo, efímero, vida.


(Entrevista inédita)

jueves, marzo 27, 2008

La palabra obliga

Autorretrato, dibujo de Felipe Guamán Poma de Ayala, en su Nueva corónica y buen gobierno (circa 1615). En el dibujo, Guamán Poma está escuchando las relaciones de los indios, que por sus tocados se nota que son de varias provincias y de varios rangos


Por Raúl Vallejo

Durante el tránsito del siglo XVI al XVII, el cronista Guaman Poma de Ayala estuvo empeñado en una tarea monumental que, en medio de su malhumor y angustia por las miserias que estaban viviendo él y toda la antigua nobleza yarovilca, habría de tomarle la vida entera. Desde la palabra, hizo una invención de sí mismo; se concibió a como Autor y Príncipe para dirigirse al Rey y denunciar ante Su Majestad las iniquidades del régimen colonial caracterizadas en el abuso de frailes y encomenderos, describir el pensamiento y el sentido de la cultura indígena cuya muestra paradigmática es la antología de poesía quechua que presenta en la crónica, y proponer las formas que debía adoptar el buen gobierno cuya filosofía residía en el nombramiento de los despojados nobles indígena como gobernadores en nombre del Rey; se construyó una identidad paradójica que lo mismo lo identificaba con los pobres de Jesucristo así como con la nobleza indígena ­–ambos, sin embargo, desplazados hacia el margen y despojados de una voz propia con presencia significativa en la sociedad colonial–; peregrinó llevando en su alforja el imaginario de dos culturas, y en esa errancia fue construyendo su palabra en una lengua que no era la suya pero de la que se apropió y a la que incorporó el decir de las lenguas vernáculas desde una nueva voz que dotó de la memoria de la palabra escrita a los saberes antiguos.

La crónica de Guaman Poma fracasó en el cometido que su autor perseguía; larga carta dirigida al Rey que no pudo llegar a su destinatario, naufragó durante cuatrocientos años hasta atracar ­–sin que aún se conozca por causa de qué intrigas de palacio, de qué enmarañamientos burocráticos­, de qué novelesca travesía– en la biblioteca Real de Dinamarca, desde donde fue dada a conocer al mundo por el empeño de los académicos ansiosos de incorporar la voz perdida de Guaman Poma al concierto de voces de la colonia temprana y construir una polifonía renovada de lo fue el discurso colonial.

El fracaso de la empresa de Guaman Poma en el siglo XVII, sin embargo, se ha convertido, cuatrocientos años después, en la representación metafórica de un triunfo de la palabra escrita que perpetúa en la memoria de los pueblos las voces que contribuyen a la construcción de una identidad propia que, en estos tiempos, deberá acudir al mercado global lo más fortalecida posible para evitar ser arrasada por el poder de las corporaciones transnacionales que anhelan convertir al mundo en una aldea plagada de locales de Blockbuster y Pizza Hut, y en donde el payaso Ronald McDonald es el icono sonriente del hartazgo prometido de la posmodernidad: consumo de fetiches –llámese conceptos como globalización, instituciones de burócratas dorados como el FMI, monedas como el dólar, o la sonrisa coqueta de Brad Pitt–; industria del entretenimiento destinada a banalizar el sentido de la vida; comida chatarra encargada de atrofiar el gusto y el estómago; y los concursos de la caja idiota tipo “el que piensa... ¡pierde!”.

Testigos del fin de una utopía que fuera destruida simbólicamente por quienes derrumbaron el Muro de Berlín –esas personas que tiempo después se congregaron para cantar el anhelo de romper los muros de la represión individual junto a Pink Floyd en el concierto de The Wall– y que fuera aniquilada como proyecto histórico por quienes instituyeron el autoritarismo burocrático en nombre del pueblo y la fe estalinista; testigos, al mismo tiempo, de la instauración de un único poder planetario llamado corporaciones transnacionales cuyo proyecto de dominación pretende reducir el arcoiris de lo diverso a la lúgubre uniformidad del espectáculo de neón, es decir, convertir al mundo en la tierra de Disney y pintar la tierra con los colores de Beneton. Testigos también de la rebeldía anoréxica de los y las modelos de Calvin Klein, de las humoradas de los hackers, esos terroristas juveniles del ciberespacio que marcan la Internet como el territorio propicio para la dulce anarquía contra el mundo del negocio electrónico, de la irreverencia política de los indios de Chiapas que arruinaron la fiesta de presentación de la quinceañera economía mexicana el 1 de enero de 1994 aupados por el pensamiento de sus voces ancestrales, el desenfado del rock y la poesía de la nueva trova, Snoopy y la filósofa argentina Mafalda; nosotros, escritoras y escritores del tránsito del siglo XX al XXI, sabemos que la palabra obliga aún más en el reino de la sociedad de tele-veedores, que el uso de la palabra compromete más todavía en el paraíso de plástico que pretende convertir a ciudadanas y ciudadanos en tarjetahabientes, que la toma de la palabra pública es una obligación ética para quienes somos artesanos solitarios de la palabra creativa y creadora.

Más allá de las tendencias estéticas construidas desde el proyecto y el gusto personales, de los demonios interiores de cada cual, exorcisados o no en el texto literario, y las quisquillosidades y veleidades con las que escritoras y escritores podemos amargar y amargarnos la vida, me parece que escribimos literatura porque todavía creemos que la palabra poética se inserta en el espíritu de las personas y las conmueve desde el vértigo que nace en las tripas hasta la monstruosa racionalidad instalada en el hipotálamo, enfrentándolas a su rastro desnudo, desmaquillado y fresco, a su experiencia de soledad, exaltada y doliente, a sus secretos abisales, instalados con la fuerza de la intensidad de la vida, al estremecido goce del lenguaje que desde Rimbaud no sólo permite dar color a las vocales sino sabores fuertes a sustantivos y verbos y fragancia sutil a los adjetivos; todavía creemos que la palabra poética indaga de manera compleja en la condición del ser humano y se vuelve fiesta, no en el sentido espectacular de la fácil felicidad y su sonrisa bobalicona, sino en el sentido profundo del éxtasis lúdico y su desbordamiento vital; escribimos literatura porque todavía creemos en el sentido irreverente de la palabra poética, en su vocación por la sospecha y tolerancia y en su enfrentamiento perenne contra todo tipo de autoritarismo, sea el político que el Estado y sus instituciones ideológicas ejercen, sea el académico en cuya red metalingüística nos puede hundir nuestra propia autosuficiencia y vanidad, o el cotidiano del que no podemos zafarnos sin dificultad en nuestro relación con el Otro.

La palabra obliga y obliga más a quien más la usa y a quienes, como escritores y escritoras, tenemos mayores posibilidades de que ésta se vuelva palabra pública. Es por ello que, al igual que Guaman Poma, y aunque intuyamos que en la empresa se nos puede ir la vida y la empresa misma terminar en fracaso, debemos comprometer nuestra palabra en la crítica al poder. Ese compromiso ya no puede ser asumido desde la pretensión de vanguardia de la sociedad, sino desde la modesta asunción de nuestros deberes de ciudadanía, incorporando nuestra voz a la polifonía del discurso crítico que construye la resistencia que desenmascara los intereses vinculados del poder y la propuesta distinta que señala siempre el margen desde donde se plantea, aunque en ocasiones el solo ejercicio de la resistencia se convierte por la naturaleza de sus conceptos en la formulación de la vía alternativa.

Ya no existen largas cartas al rey; existen ahora las infinitas posibilidades de comunicación del mundo virtual, están las potencialidades lúdicas de los multimedia, o la redefinición de las categorías de tiempo y espacio que configuran una humanidad que fluye entre simulacros virtuales y espíritus ancestrales que la acercan a la tierra. Sin embargo, por encima de los asuntos mágicos de la tecnología, el ser humano continúa interrogándose por su la identidad del ser, el sentido de la vida, o la irrupción la de la fiesta. Nosotros, escritoras y escritoras, somos tan sólo un bite de información en la autopista del espacio cibernético, pero somos también, un bite de generación explosiva y concatenada, fiesta multiplicada en los vericuetos exaltados del alma humana.

Cuenca, abril 28, 2000

martes, marzo 25, 2008

Un libro, un concierto

Sebastián Vallejo,
Aida Corral de Vallejo, en cuya memoria está escrito el poemario Missa solemnis,
y Raúl Vallejo en la Mitad del mundo.



Por Jorge Dávila Vázquez

El Mercurio, domingo 23 de marzo de 2008

De manera particularmente hermosa, el libro más reciente de Raúl Vallejo Corral, Missa Solemnis, se ha ligado a la música. En efecto, tanto en Quito, la noche del lunes 17 de marzo –en el marco maravilloso y barroco de la Iglesia de la Compañía de Jesús, con el fondo emotivo de “Las siete últimas palabras de Cristo” de Haydn-, como en Cuenca, su presentación se enmarcó en el Festival de Música Sacra, del que disfruta la capital desde hace años, y que en éste, por iniciativa de la Municipalidad cuencana, con el apoyo de la Fundación Teatro Nacional Sucre, lo ha disfrutado nuestra ciudad, aunque sea de modo parcial.


El libro de Vallejo es un conjunto de poemas de índole religiosa, que el autor dedica a la memoria de su madre. Lo he expresado en otra parte: cuando oímos hablar de poesía religiosa, sentimos cierta desconfianza, y nos preguntamos si no se tratará de un conjunto de versitos devotos y aun beatos. Pera la fuerza, la energía líricas, humanas, intensas, con que el autor ha concebido esta gran Missa, con su tono entre lo amargo y lo glorioso, nos apartan de todo pensamiento negativo sobre el tema. Este libro, de un escritor que nos ha dado cuentos de los mejores de su generación, novelas y dos tomos de lírica, muestra hondos valores religiosos, pero, al mismo tiempo, es un canto desgarrado del hombre frente a sus circunstancias vitales, su soledad, sus temores, su lucha con el dolor y la muerte, y, asimismo, su “resurrección”, más allá de todas las crucifixiones, para proclamar una fe inquebrantable.

Hay que leer esta obra, despaciosamente, disfrutando de sus valores de todo tipo, no solo literarios, sino culturales; como el gran conocimiento de la Biblia que exhibe Vallejo, su dominio de los textos cristianos, como el medieval de Jacopone da Todi, que habla de la presencia de María junto a la cruz, que dio origen a los innumerables “Stabat Mater” de la música occidental, o su familiaridad con los rituales católicos, y, naturalmente, su nueva visión de cuanto tiene que ver con la palabra de Cristo, tantas veces tergiversada a lo largo del tiempo.
Complemento de esta poesía magnífica fue la presentación, la noche del martes 18, en el Teatro Sucre de Cuenca del Ensamble Vocal Español “Albada”, que exhibió un precioso repertorio de obras, que iban desde el siglo XIII al XVII. Extraordinaria habilidad la de estos músicos, cantores y danzarines, que usando de instrumentos de época, hilvanaron para un público fascinado, la historia de Eneco, que sale en pos de su destino y recorre parte de la Edad Media y el Renacimiento.

Pocos elementos, una ambientación lograda a base de cirios encendidos, un vestuario apropiado, un gran sentido de lo teatral, y la música entrando en el corazón del público de un modo excepcional.

Creo que nadie olvidará esta experiencia, que combinó una poesía totalmente actual con unas melodías venidas de otros tiempos, de forma completamente armónica y ejemplar.

Missa solemnis o la fe agónica en la poesía de Raúl Vallejo


Los cantos son glosa, reescritura y una muy actual reinterpretación de textos bíblicos y litúrgicos

Por Diego Araujo Sánchez, Subdirector Editorial de HOY. Sábado 22 de marzo de 2008

La obra se abre con un canto de alabanza, el Salmo 150 del "Libro de Salmos" de la Biblia y se cierra con la reescritura de ese canto, desde el aquí y ahora de la voz del poeta, con un timbre que recuerda los Salmos del nicaragüense Ernesto Cardenal. Siguen después el Magnificat y las secuencias canónicas de la Misa: Kyrie, Credo, Sanctus, Padrenuestro y Agnus Dei, y otro grupo de poemas en "Las siete palabras de Cristo en la cruz" y, para concluir la obra, el Stabat Mater y la "Resurrección y ascensión de Cristo, según el Evangelio apócrifo de María Magdalena".

Es clara la voluntad de composición del conjunto del libro, según señala Manuel Corrales en el análisis introductorio al libro. Es significativo que, en el canto inicial y los dos grupos de poemas con los cuales concluye la obra, el yo poemático corresponda a voces femeninas, la de la Virgen María del Magnificat y la de la misma madre junto a la cruz, y la de María Magdalena, desde cuya mirada se registra la resurrección y ascensión de Cristo. Esa visión femenina remite a un motivo clave del libro: la exaltación de la madre, la victoria de la mujer sobre el dolor, la fecunda capacidad de este amor pleno y generoso, su poder germinativo que perpetúa la vida. Los poemas de Raúl Vallejo son reinterpretación, glosa, escritura sobre escritura, a partir de la Biblia y la tradición litúrgica. Más allá de este referente que condiciona el lenguaje poético de Missa solemnis, los poemas nos remiten a una fe agónica, en el sentido etimológico y unamuniano de agonía: lucha, combate. No son cantos piadosos los de Vallejo. Así, por ejemplo, el poema inicial del "Gloria" invierte la alabanza al Dios en las alturas y expresa la ausencia, el vacío o el silencio de Dios en el mundo ("Tu mudez es un trueno que me aterra/ responde a la plegaria de tus hijos"). En la visión de yo poemático, se expresan dos dimensiones: una metafísica y existencial, con el motivo de la transitoriedad humana o el de la experiencia vital como peregrinaje, que señala también como motivo central del libro Manuel Corrales; y otra dimensión colectiva y política, en la cual los males sociales se materializan en el Imperio.

No sobresale el lenguaje poético por la eufonía y musicalidad; tampoco por una profusa sensorialidad de las imágenes; es lo conceptual la fuente de intensidad de ese lenguaje, y son las desviaciones de los textos bíblicos o litúrgicos de los que proceden los cantos los principales sustentos de esta poesía. La intensidad de aproximación a lo sagrado fluctúa entre dos extremos: la desolación del hijo en la cruz y, allí mismo, la fortaleza de la madre, "el rayo que rasga la tiniebla".

domingo, marzo 09, 2008

Transfiguración de cobre en blanco

(Motivo sobre un cuadro de Edgar Carrasco)

Por Raúl Vallejo








Moraba en tierra milenaria con sueño de espantamiento.
Sin historia ni cataclismos ni dioses que me identifiquen.
¡Oh tiempo del silencio y la materia silente!
¡Oh rastro sin rostro y volcanes de llamavientos!
Soy la entraña vida de meandros y caminos sinuosos.
Soy el surco que arado alguno habrá de señalar.

Después han sido en mí las mutaciones.
Contacto del drama que sepultó el futuro en la minasorda.
¡Oh quebrada de seres anónimos que van haciendo el poema!
¡Oh risco del riesgo y barrancos de vértigosiesta!
Existo en la posibilidad de cuencas vaciadas y llantosdesgracia.
Existo en los sueños de un par de manos sacrificadas.

¿Qué me aguarda en la nueva esfera de mi existencia?
¿Qué soy ahora que no soy olvido en medio de la tierra?
¿Dónde existo si la memoria avanza petrificada y luego estalla?
Manos, ácido, largaesperas.
Quietud, neuronas, humanocontacto.
Dioses del incesto,
Antropófagos del siglo XX y los neutrones:
Heme aquí,
Para castigo de la soberbia
Y permanencia de la pazvida,
Cobre transfigurado en blanco.

Segundo Premio en el Concurso Nacional de Poema Mural “Fundación de Guayaquil”, 1986

sábado, marzo 08, 2008

Hacer el amor con amor


Por Raúl Vallejo


Paradigmático libertino del siglo XVIII, el marqués de Sade, de quien Apollinaire dijo que era el “espíritu más libre que haya existido jamás”, planteó a lo largo de sus escritos la ausencia de límites en la experiencia de lo sexual. Han compartido tales ideas, desde los hedonistas de las civilizaciones antiguas hasta los feligreses del new age, que practican un libertinaje light. La definición de dicha búsqueda implica necesariamente impedir la presencia del amor en la práctica del sexo.

El sexo a través del perfeccionamiento de la gimnasia erótica de los cuerpos, efectivamente, nada tiene que ver con el hecho de estar enamorado. El psicoanálisis de bolsillo ya nos enseñó que el funcionamiento inconsciente de la libido y que la pulsión constante del deseo nos avergonzaría ante el prójimo cercano si quedara en evidencia. El amor, entonces, sería tan sólo una sublimación de la lujuria natural del ser humano que la moral católica condena como uno de los pecados capitales.

Pero en medio del sudoroso jadeo de los cuerpos y la realización de cualquier fantasía erótica por descabellada que parezca a la represión atávica que existe en todos, el almizcle del amor que emana del roce encendido de la piel de los amantes actúa como un afrodisíaco más poderoso que la raíz de ginseng o que un ceviche que combine concha, pulpo y calamar o que el famoso caldo guayaquileño de “vena de toro”. Creo que los afrodisíacos, incluso, surten mayor efecto cuando están combinados con las pulsiones interiores de aquella víscera que representa al amor y que cuando deja de funcionar es porque ya estamos muertos.

Las palabras dulces y las expresiones procaces que los amantes suelen decirse en medio del éxtasis, suenan como un parlamento inauténtico recitado por malos actores cuando están vacías de amor. Las palabras que utilizan quienes se aman durante la excitación sin tregua de su intimidad traspasan las técnicas que divulgadas por las versiones populares del Kamasutra. Las palabras que se dicen cuando ya los cuerpos reposan complementan el placer con el placer de la ternura.

Y, por supuesto, están los besos. Largos y húmedos besos. Labios que se someten a los mordiscos de la pareja e intercambio exultante de lenguas ansiosas. Morosos besos en la piel abierta que van señalando rutas que conducen a placeres que siempre descubren alguna arista inédita. Los besos cargados de amor son más poderosos que los recursos circenses de ese clásico del porno duro que es “Garganta profunda”. El beso de los que se aman convierte a las bocas en imanes que acercan los cuerpos de manera irresistible y exacerban los sentidos.

No podría plantear que carezca de placer la realización del acto sexual con alguien por la pura exacerbación de la libido pues caería en una insufrible mojigatería; solamente digo que el sexo multiplica su goce, incluso más allá de los argumentos físicos y técnicos, cuando el amor provoca y mantiene la estimulación erótica. Es decir, cuando se hace el amor con amor.

Santa Ana de Nayón, 15-05-05

Erótica literaria


Por Raúl Vallejo

Entre la aparente aventura que ofrece el turismo sexual, la promiscuidad sin riesgos y el perfeccionamiento de las técnicas del sexo solitario, se ha llegado a confundir hedonismo con erotismo. Y, aunque el erotismo contenga ciertas prácticas del hedonismo en él, éste último, que es una búsqueda del placer como fin de la existencia, está reñido con el conflicto humano que aquél conlleva.

Ninguna aventura erótica para serlo debería estar atravesada por la transacción monetaria. La prostitución, en este sentido, está más ligada a la pornografía que al erotismo: aunque lo disfrace de búsqueda exótica, el cliente sabe que lo que busca está garantizado por el poder del dinero de quien alquila el uso del aparato genital. Por el contrario, el tránsito por los caminos del erotismo está impregnado de dolor: es el vencimiento de las dificultades lo que multiplica el alcance del placer.

La erótica literaria siempre presenta de manera compleja la sexualidad humana. En Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, lo que implica el proceso de aprendizaje y crecimiento erótico de una mujer está narrado desde los abisales lugares de la exploración del deseo hasta donde un cuerpo es capaz de llegar y resistir. En Elogio a la madrastra, de Mario Vargas Llosa, la perversión está planteada de manera inversa a la moral establecida: no es la madrastra quien corrompe al niño, sino el niño quien, carente de culpa, termina por corromperla. Lo erótico, en estos textos, enfrenta a los seres humanos a sus placeres inconfesables.

Esa complejidad provoca una problematización estética. Antológico es el capítulo 68 de Rayuela, de Julio Cortázar: “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes [...] y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.” Cortázar plantea, en un extremo, que ya no existen palabras para hablar del amor erótico o que las palabras que existen están desgastadas, por tanto, es necesario inventar palabras para inventar maneras de amar. El significado erótico está dado aquí por la manera cómo suenan esos neologismos.

En El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, el eros genital se funde con el eros gástrico: “...lo descuartizó presa por presa con una ternura maligna, le echó sal a su gusto, pimienta de olor, un diente de ajo, cebolla picada, el jugo de un limón, una hoja de laurel, hasta que lo tuvo sazonado en la fuente y el horno listo a la temperatura justa.” La carga erótica de la escena reside en lo que no se dice y, formalmente, se resuelve en la imaginación del lector.

La escritura erótica también rompe tabúes. Sus bordes, en relación con la pornografía, son borrosos y migrantes pues un texto erótico puede combinar elementos exóticos, obscenos y pornográficos. Finalmente, es en la organización de los sentidos en donde se realiza la erótica literaria.

Santa Ana de Nayón, 13.06.04

Oficio de solos

Joseph K. (Anthony Perkins) y Leni (Romy Schneider) en una escena de la película The Trial (1962), dirigida por Orson Welles, basada en la novela El proceso, de Franz Kafka.


Por Raúl Vallejo

Walker Percy contó que en 1976 recibió la visita de una anciana que le pedía que leyera una novela escrita a principios de los 60 por su finado hijo. Percy, obviamente, quería eludir tamaña tarea pero la perseverancia de la señora fue tal que terminó aceptándola; la aceptó con la esperanza de que la novela fuera lo suficientemente mala como para leer algunas páginas y dar por cumplido el compromiso. Cuenta que a medida que leía, la novela lo fue ganando; había resultado excepcionalmente buena. La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, fue publicada en 1980. Thelma D. Toole, la anciana madre del escritor que se suicidó en 1969 pensando que era un escritor fracasado, abrumado por la soledad, recibió en nombre de su hijo el premio Pulitzer por una novela que hoy es indispensable en la literatura norteamericana.

La soledad de cierto tipo de escritores es de orden existencial tal vez porque el oficio así lo exige y quizás por eso los encuentros de escritores sean un despropósito en el sentido de que se trata de una congregación de soledades. La soledad, en primer lugar, es un imperativo para escribir; esto que parece obvio implica una condición patológicamente antisocial del escritor y que puede empezar por el desafecto a la propia estructura familiar. Se puede, sin embargo, ser un hombre de intensa vida social como lo fue Truman Capote pero en ese ámbito el escritor se encuentra perdido aunque lo disfrute. Capote que tocó el cielo del éxito de público con A sangre fría en 1965 no volvió a escribir nada de la misma calidad literaria hasta su muerte, consumido por el alcohol y las drogas, en 1984. Y es que el éxito lo llevó a ser parte de los ricos y famosos, y en ese conglomerado bullicioso mató el silencio y la soledad necesarios para la escritura.

En segundo lugar, la soledad es la consecuencia de cierto ensimismamiento de los escritores debido a un minucioso proceso de interiorización del mundo que los enfrenta al vertiginoso tiempo exterior. Arthur Rimbaud escribió toda su obra antes de cumplir los veinte años. Rimbaud, que decía “Yo soy el Otro”, se dedicó a escupir al mundo y, al hacerlo, se escupía a sí mismo consumiéndose en la rabia del solo. Quizá sintió que el mundo que lo rodeaba era demasiado amargo como para seguir rumiándolo hacia adentro y abandonó la escritura; prefirió irse al África, dedicarse al tráfico de armas y morir en Marsella, en 1891, después de que su pierna derecha le fuera amputada.

Franz Kafka, que le pidió a su amigo y albacea Max Brod que quemara toda su obra literaria inédita, escribió un cuento llamado “Un artista del hambre”. En él, Kafka desarrolla la metáfora por excelencia del artista solitario: incomprendido en su arte por el empresario del espectáculo a quien sólo le interesa ganar dinero, incomprendido por el público que sospecha que el artista hace trampa, y que muere olvidado y confundido entre la paja de la jaula en donde ha permanecido ayunando, solo, en la tarea de perfeccionar su arte hasta morir.

Santa Ana de Nayón, 16.11.05

domingo, julio 29, 2007

Carta del editor (y poeta) Marcelo Báez a El Universo

Guayaquil, lunes 23 de julio de 2007

Sr. Dn.
Carlos Pérez Barriga
DIRECTOR DIARIO EL UNIVERSO
Ciudad

Estimado señor:

Cinco puntos que debo señalar con respecto al texto MINISTRO TUVO TRATO PREFERENCIAL (sábado 21 de julio, sección GRAN GUAYAQUIL), a propósito de la presentación del libro Crónica del mestizo de Raúl Vallejo Corral.

Primero, quiero agradecer la cobertura cultural del diario tanto en la presentación en Quito del 10 de enero de 2007 como la del 18 de julio acá en Guayaquil.

Segundo, debo aclarar que Raúl no tuvo ningún trato preferencial ya que lo que él hizo fue lo que todos los escritores —que hemos ganado premios en alguna bienal de poesía en Cuenca— hemos hecho: publicar en otra editorial. Las bienales cuencanas suelen demorarse demasiado en publicar poemarios ganadores por lo que uno tiene que agenciárselas en otra casa editora. La verdad es que publicar en la Atenas del Ecuador tiene sus bemoles: las ediciones son de escaso tiraje y suelen quedarse encerradas en el Austro, es decir, no hay una adecuada difusión. Hay inclusive algunos casos en que escritores que han publicado en Cuenca se han visto obligado a republicar en editoriales de Quito o Guayaquil para poder difundir mejor sus obras.

Tercero, es mi deber consignar que sólo los escribidores novicios (léase novatos o jovencitos advenedizos de los tantos que pululan por ahí) acostumbran a contratar ediciones, por lo que nombres de consagrados como Abdón Ubidia, Jorge Velasco Mackenzie, Iván Egüez, Miguel Donoso Pareja y del mismo Raúl Vallejo no entran en ese tipo de transacciones. Este último recibió el mismo trato que tienen escritores como los arriba nombrados: su edición fue costeada por el editor y deberá recibir el 10% por cada ejemplar vendido, tal y como lo estipula la ley de derechos de autor.

Como cuarto punto, tengo que aseverar que entre los escritores que forman parte de mi fondo editorial están los mejores de este país, incluyendo el autor de Crónica del mestizo. Basta con solo revisar el índice de la antología de narrativa El escote de lo oculto que preparé con Dalton Osorno, donde están, entre otros, Aminta Buenaño, Sonia Manzano, Javier Vásconez, Jorge Dávila… El hecho de que Raúl sea ministro es circunstancial. Él es un excelente escritor independientemente de su servicio público.

Como quinto y último punto debo recordar que mi editado ganó en 1992, con Fiesta de solitarios, el premio Ismael Pérez Pazmiño, al mejor libro de cuentos. Este certamen fue organizado por los 70 años que cumplió el diario de su acertada dirección. Debería ser grato recordar esta distinción no solo porque se trata de un concurso del periódico sino también porque se trata de un antepasado suyo, señor director, ancestro que hizo mucho por la cultura de nuestro país. Es un premio que solamente ha sido obtenido por contados escritores y que debería ser de orgullo para el periódico que usted dirige. Por eso, cuando se hable del escritor de Crónica del mestizo habría que consignar siempre lo siguiente: Raúl Vallejo Corral, ganador del Ismael Pérez Pazmiño de Diario El Universo.

Sin más que añadir, quedo de usted.

Marcelo Báez
EDITOR DE CRÓNICA DEL MESTIZO

Contrarréplica a El Universo

Quito, 29 de julio de 2007

Señor
CARLOS PÉREZ BARRIGA
Director de diario El Universo
Guayaquil-

De mis consideraciones:

Toda vez que a El Universo le incomoda que un ciudadano argumente in extenso sobre un tema fundamental, escribo esta contrarréplica de manera breve:

1) Al publicar mi carta, no me “están dando gusto”, como dicen: sólo cumplen una obligación consagrada en el artículo 23, numeral 9 de la Constitución.

2) Mi opinión personal no es la del gobierno: es un punto de vista que como intelectual siempre he defendido. Punto de vista, además, expresado con altura académica.

3) Al no responder al análisis sobre el sensacionalismo de los medios, ustedes reducen mi argumentación a un reclamo puntual; lamento que confundan lo sustantivo con lo adjetivo.

4) La explicación que dan acerca de la noticia sobre la inauguración de las escuelas solo ratifica lo dicho por mí: ustedes se habían fijado de antemano un objetivo; no obstante, la realidad es diferente y así debieron informarlo.

5) No ha habido ningún trato preferencial en la edición de mi libro: yo pedí, con la delicadeza del caso, la autorización correspondiente a los organizadores y esa autorización me fue dada por mi trayectoria de escritor. En el supuesto no consentido de que haya habido un trato preferencial como ustedes creen eso sería responsabilidad de los organizadores y no mía. Por lo demás, desconozco si algún autor en el pasado pidió dicha autorización y le fe negada. El que ustedes insistan en su interpretación sólo demuestra incapacidad para la autocrítica por parte de los editores que redactaron la respuesta.

6) Efectivamente, “noticia es lo que ocurre en la realidad,” mas sucede que la realidad no abarca sólo la mala noticia: ¿o ustedes creen que únicamente ocurre en la realidad lo que se publica en la sección de crónica roja? En todos los casos, es un editor de noticias el que decide qué informa, en qué espacio, y qué no publica o qué publica de manera minimizada.

7) Insisto en que el lector tiene el derecho de conocer cuál es la tendencia de quien escribe y ésta debe ser reseñada de buena fe. Es todo lo contrario a la intolerancia que ustedes pretenden endilgarme: en mi carta señalé que los artículos de opinión deben ser escritos de manera libérrima. Yo, en lo personal, no suelo encasillar a las personas por su ideología sino que trato de entender sus argumentos. Así lo he hecho siempre, así lo continuaré haciendo más allá de la confrontación política coyuntural.

Este saludable debate profundiza la libertad de expresión, que tanto usted, señor director, como yo defendemos. Por lo mismo celebro con esperanza su actitud democrática al publicar mi carta anterior.

Saludos cordiales,
Raúl Vallejo Corral
Ministro de Educación

Respuesta de El Universo a mi carta

Reproduzco lo aparecido en diario El Universo, el domingo 29 de julio de 2007.

El ministro de Educación, Raúl Vallejo, dirigió esta larga carta a Diario EL UNIVERSO y exigió que la publicáramos sin ediciones. Estamos conscientes de que al darle gusto al ministro estamos restringiendo el derecho de otros lectores a expresar sus puntos de vista, pero también creemos que el texto permite comprender la concepción que este régimen tiene de la labor de los medios de comunicación, por lo que la publicamos, haciendo excepción a nuestro derecho de editar las cartas, que nos lo reservamos (como se anuncia siempre en esta página) para distribuir el espacio disponible entre varios lectores.

Respuesta al ministro Vallejo

La extensa carta del ministro Raúl Vallejo se explaya sobre tantos temas y con tanta amplitud que para responderle con propiedad deberíamos emplear un espacio igual o mayor al suyo. El ministro nos critica, por ejemplo, cómo titulamos las noticias de fútbol; le molesta que no precisemos la ideología de cada columnista y hasta discute sobre cómo deberíamos presentar las noticias sobre la modelo chilena Cecilia Bolocco.Son preocupaciones sin duda todas muy interesantes, pero por respeto al tiempo de los lectores y economía de espacio debemos escoger solo aquellas que reclaman especial atención.

Comencemos por lo que entendemos que le preocupa al Ministro: el enfoque que supuestamente ha tenido en nuestras páginas su gestión y de manera especial el poco espacio que le habríamos dado a su participación en algunos eventos de los que este Diario informó el 19 de julio. Según el Ministro, en esa nota “se silenció, no sé si de manera deliberada, la presencia del ministro de Educación: jamás publicaron una foto del acto”. Lamentablemente, el Secretario de Estado parece no haber reparado en que esa nota no tenía como objetivo informar de su labor sino que fue parte de una serie de artículos (que se publicaron entre el 4 y el 24 de julio, casi a día seguido) para informar las actividades del Alcalde de Guayaquil en el mes de la ciudad. De allí su título: ‘Nebot, entre tarimas y ofertas’. Otros títulos de esa misma serie fueron: ‘Nebot inauguró 4 escuelas y recorrió el Guasmo’ (13 de julio), ‘Alcalde Nebot entregó 1.057 títulos de propiedad’ (15 de julio), ‘Nebot no pedirá dinero al Gobierno’ (17 de julio), ‘Nebot: Habrá sanción si Interagua no cumple’ (18 de julio).Al Ministro se lo mencionó en la nota del 19 porque ese día estuvo junto al Alcalde. Con el mismo espíritu, los demás días se mencionó a otras personas que hasta la fecha no se han quejado.Aun así, ese mismo 19 de julio nos escribió la asesora de Comunicación del Ministro para informarnos del malestar del secretario de Estado y para invitarnos a que hagamos un “gesto de reconocimiento” de las “buenas acciones” de Raúl Vallejo.

Por las razones expuestas, consideramos que el reclamo no tenía fundamentos, pero respetuosos de la crítica ajena informamos de esa carta el 21 de julio bajo el título ‘Ministro pide se resalte su trabajo con Nebot’.Para nuestra sorpresa, aquello también disgustó al Ministro, que ahora nos acusa de emplear un título “tendencioso” y de usarlo “como un pretexto para priorizar la confrontación”.Hubiese sido útil que el Secretario especifique dónde encontró ese supuesto ánimo nuestro de “confrontar”. ¿En el titular, que destaca el pedido del Ministro de que se resalte su buena relación con el Alcalde? ¿En el texto de la nota, que se limita a reproducir la carta de su asesora? ¿O en la foto, que muestra al Alcalde y el Ministro en un gesto muy caballeroso entre ambos?

El Ministro nos critica también porque en esa misma página se incluyó otra nota sobre la publicación de un libro suyo.El hecho ocurrió cuando Raúl Vallejo era ministro de Educación en el gobierno de Alfredo Palacio y consiguió que la entidad que posee los derechos de edición de ese libro le dé la autorización correspondiente, siendo que ese derecho se les había negado antes a otros escritores. Al Ministro ese trato preferencial le parece normal y lo atribuye a su destacada carrera literaria. Lamentamos no coincidir, por mucho que reconozcamos sus méritos como escritor. Uno de los mayores problemas del país es que los funcionarios públicos constantemente les piden a los ciudadanos e instituciones privadas un trato especial, lo que constituye el mejor caldo de cultivo para posteriores abusos.

Respuesta al ministro Vallejo (II)

Pero aun si eso no fuese suficiente, ocurrió además que las invitaciones al lanzamiento del libro en Guayaquil (que se realizó el día anterior a nuestra nota) fueron cursadas en papelería del Ministerio de Educación y a través de su departamento de Prensa. Fue todo eso lo que le dio actualidad y valor noticioso a ese asunto, y por eso lo publicamos.De tal modo que no ha habido mala fe con el Ministro, ni hemos manipulado las noticias sobre su gestión, ni mucho menos hemos querido afectar su buen nombre.

Pero como el Ministro necesitaba darles más piso a tan frágiles críticas, nos acusa también de ser un diario de oposición. ¿Con qué pruebas? Que pusimos en primera plana el alza de precios de algunas medicinas y solo en la página once la reunión del Presidente con algunos emigrantes en España.Es fácil entender que la primera noticia se refiere a la salud de millones de ecuatorianos y la segunda a un acto proselitista del Gobierno, que aprovechó un viaje pagado por los contribuyentes para hacer propaganda de sus candidatos. No tenemos ninguna duda de cuál fue en aquella ocasión la noticia importante y cuál la secundaria.

El Ministro agrega también que solo publicamos cartas contra el Gobierno. Pero cualquier lector podrá comprobar que eso no es cierto si revisa las ediciones de los últimos meses, donde hay varias cartas publicadas a favor del régimen. Debemos reconocer, eso sí, que en general a nuestra redacción llegan pocas cartas que aplauden la gestión del presidente Correa, o vienen acompañadas de insultos y agravios o sin firma de responsabilidad. Aun así, expurgamos los epítetos para publicar las misivas que sean rescatables.

Lo que el Ministro sí pudo haber argumentado es que Diario EL UNIVERSO ha criticado muy severamente a este Gobierno. Pero en ese caso le habríamos respondido que lo mismo se ha hecho con el Alcalde, el Prefecto, los diputados, los dirigentes de los distintos partidos políticos, etcétera. Nunca privilegiamos a ningún actor político sobre los demás. De todos señalamos sus logros y sus desaciertos. No es casual que muchos mandatarios y políticos de distinta tendencia, sobre todo en años recientes, se hayan expresado sobre EL UNIVERSO en términos incluso peores a los que ahora utilizan el ministro y el presidente Correa.

Digamos finalmente que el Ministro nos hace varias sugerencias que no podemos acoger. Nos pide, por ejemplo, que tomemos “la iniciativa en la búsqueda y producción de noticias esperanzadoras” (el destacado es nuestro). Solo podemos responderle que noticia es lo que ocurre en la realidad. Si se trata de buenas noticias, tanto mejor. A diferencia de lo que mucha gente cree, los lectores sí quieren leer sobre acontecimientos positivos. Pero rara vez ocurren en nuestro mundo político, y no es tarea del periódico fabricarlas o “producirlas”.Por último, el Ministro nos propone que identifiquemos ideológicamente a las personas que escriben artículos de opinión en nuestras páginas: este es liberal, el de más allá conservador, el otro socialista, y así.Semejante sugerencia es imposible de aplicar. El Ministro, por ejemplo, se considera “socialdemócrata”; pero eso no aclara nada porque habría que preguntarle de qué línea: ¿la de Tony Blair, la de Raúl Alfonsín o la de Lula?

Pero además es una propuesta que revela un método político intolerante, el mismo que emplea este Gobierno: obligar a las personas a que se encasillen en cierta ideología para luego ubicarlas como aliadas o enemigas.La prensa, naturalmente, no puede caer en semejante error. ¿Nos toca a nosotros decidir qué filiación tienen Javier Ponce, Walter Spurrier, Nelsa Curbelo o el mismo Raúl Vallejo? ¿Es que acaso somos jueces del pensamiento ajeno?

Nuestra única misión es abrir las páginas de EL UNIVERSO a la mayor cantidad de tendencias posibles. Son los lectores los únicos con derecho a juzgar ese pensamiento.

Diario EL UNIVERSO

jueves, julio 26, 2007

Simón Bolívar, un sembrador del mar y la tierra

La reunión de San Martín (derecha) y Simón Bolívar (izquierda) en Guayaquil, Ecuador, el 26 de julio de 1822. (Foto publicada en www.aceros-de-hispania.com/espada-simon-bolivar.htm)




Por Raúl Vallejo

“¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!”[1]

Estas palabras las pronunció el joven Simón Bolívar el 15 de agosto de 1805, desde la cima de unas de las colinas de Roma, delante de su maestro Simón Rodríguez. Constituyen el juramento de un romántico del siglo XIX alimentado de la idea sobre el deber que la formación neoclásica enseñaba. Son el sentido vital de la existencia de un ser humano que dedicó su vida a la realización del ideal libertario de Nuestra América.

Bolívar no es un santo para languidecer en el silencio de los altares: a lo largo del tiempo diversos sectores políticos se han disputado la figura del libertador convirtiéndola, sin un ejercicio crítico, en la de un icono que de tan inmaculado se volvió irreal. Bolívar es un personaje fundamental de nuestra historia, bañado de contradicciones como lo están todas las personas que actúan sobre la realidad del tiempo que les toca transformar.

“Nosotros somos un pequeño género humano: poseemos un mundo aparte: cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil,”[2] escribió Bolívar en su célebre “Carta de Jamaica”, del 6 de setiembre de 1815. Este “pequeño género humano” es un cúmulo de diversidad, según lo desarrolla en la misiva y, si bien ésta tiene por objeto denunciar las atrocidades de la dominación española desde el primer día —“todo lo sufrimos de esta desnaturalizada madrastra”[3], escribe— también en ella Bolívar imagina la construcción de una nación mestiza que emergerá de lo nuevo americano y aunque le entusiasma la idea de la unidad del Mundo Nuevo, “ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión,”[4] tiene clara consciencia de la imposibilidad de aquel deseo por cuanto “climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América.”[5] Bolívar, en términos de su comprensión de la política real en el momento en que escribe esta carta, es un soñador con los pies anclados en la tierra.

Tres años después, en una carta desde Angostura, el 12 de junio de 1818, dirigida a Juan Martín Pueyrredón, Supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Bolívar señala el anhelo de entablar “el pacto americano que, formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas.”[6] Una Hispanoamérica considerada como un solo cuerpo político será uno de los ejes del pensamiento de Bolívar, idea basada en una historia común y en la búsqueda de una identidad única pese a la diversidad de los pueblos que siempre será reconocida por él; como afirma en el párrafo anterior del ya citado: “Una sola debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad.”[7]

Este “pequeño género humano”, en su pensamiento, tiene una identidad clara por diferenciación con la América del Norte y con Europa. En la construcción de este proceso, Bolívar tiene plena consciencia de la confrontación que tendríamos con Norteamérica pero al mismo tiempo reconoce, desde su matriz liberal, el camino del progreso del norte en contraposición con la herencia española que nos tocó. Es conocida la cita de la carta del 5 de agosto de 1829 que, desde Guayaquil, Bolívar dirige al coronel Patricio Campbell, encargado de negocios de S.M.B., respondiéndole que sería casi imposible nombrar un sucesor que sea “príncipe europeo” puesto se opondrían a ello “todos los nuevos estados americano y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad.”[8]

¿Se desprende de esta idea expresada al paso, mientras trata un asunto diferente, un pensamiento antiimperialista por parte de Simón Bolívar? Me parece que en realidad, más que una posición antiimperialista, lo que mueve a Bolívar es el anhelo de ver a la América, desde el Río Grande hasta el estrecho de Magallanes, como un cuerpo político capaz de, en la carrera del progreso y la felicidad de los pueblos —conceptos en los que se mueve el liberalismo romántico del XIX—, confrontar con éxito al desarrollo de la América del Norte puesto que el proyecto nacional que ésta enarbolaba pasaba por triunfar en dicha carrera y utilizar a los pueblos de Nuestra América como el combustible de su maquinaria en el enfrentamiento que aquella estaba dispuesta a dar contra Europa.

El pensamiento integracionista de Bolívar lo situó como un adelantado a las ideas generales de su tiempo y, al mismo tiempo, desnudó las dificultades que éstas tenían para su viabilidad. Los resultados poco efectivos del Congreso anfictiónico de Panamá, convocado el 7 de diciembre de 1824 y realizado en 1826, así lo demostraron para la gran decepción del Libertador. No obstante estas contradicciones propias de la acción política concreta, la tarea central de Bolívar fue exitosa: la independencia de los pueblos americanos. La gesta libertaria, por sí sola, le permite a Bolívar permanecer en la historia, a despecho de la secta de los promotores de la estulticia que con especulaciones amañadas y descontextualizadas quieren presentar a Bolívar como si fuera un populista embriagado de autoritarismo. Lo que les duele a los promotores de la estulticia es que, en Nuestra América, el concepto de Patria vuelve a tener sentido luego de que los tecnócratas neoliberales pretendieron convertir a nuestras naciones en un mercado de consumidores. Ellos se olvidaron de que nuestros países, diversos, múltiples, antes que mercados eran la Patria y que en el comienzo de esta tradición patriótica sobrevivía Bolívar.

José Joaquín de Olmedo, en La victoria de Junín, subtitulada Canto a Bolívar, publicada por primera vez en 1825, escribe un monumento poético que ratifica la admiración que aquél sintiera por el libertador; aprecio que era correspondido plenamente por Bolívar y que se confirma cuando, en 1826, el libertador le enviara a Olmedo, especial y personalmente, el proyecto de la Constitución de Bolivia para recabar su opinión. Los siguientes versos del poema perennizan en la literatura de un poeta civil, como lo fue Olmedo, la grandeza histórica de Bolívar:

¿Quién es aquel que el paso lento mueve
Sobre el collado que a Junín domina?
¿Que el campo desde allí mide, y el sitio
Del combatir y del vencer desina?

¿Quién aquél que al trabarse la batalla,
Ufano como nuncio de victoria,
Un corcel impetuoso fatigando,
Discurre sin cesar por toda parte…?
¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?[9]

Quien así canta a la gloria de un contemporáneo inició la construcción de un símbolo heroico más allá de las contradicciones políticas de la coyuntura de aquellos años. No obstante vale la pena aclarar, que la anexión de Guayaquil a la Gran Colombia fue un momento del proceso de construcción de la nación. Ese momento, el 12 de julio de 1822, fue el resultado de la solicitud de 226 vecinos principales de la ciudad, situación que ponía fin a la disputa de tres partidos, el autonomista de Olmedo, el peruanófilo y el colombianófilo, que pugnaban por definir el destino de la ciudad, como los demuestra Jorge Núñez en un artículo reciente: “Bolívar no incorporó a Guayaquil por la fuerza, sino que asumió el mando civil y militar de la Provincia y la tomó bajo su protección, atendiendo un pedido de los más prestantes y numerosos ciudadanos del puerto … Así una breve mirada a la nómina de suscriptores nos permite hallar los nombres de los Garaicoa (José y Lorenzo), tíos del Héroe niño de Pichincha, Abdón Calderón Garaicoa, de los Espantoso (Vicente y Tomás), de los Marcos (José Antonio y Manuel), los Elizalde (Juan Francisco y Antonio), los Gómez (José Antonio y dos Antonios más), los Parra, los Roca, los Noboa, los Avilés y los Castro, entre otros.”[10]

Pero, como decía al comienzo, Bolívar no es infalible ni carece de contradicciones. Como todo hombre de acción, la realidad política en la que se desenvolvía lo fue llevando por los caminos de autoritarismo y el temor al ejercicio democrático de las masas, de quienes sospechaba una falta de educación política para resolver los asuntos de la nación. Así, en su discurso en Congreso de Angostura de 1819 dijo: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertada republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, lo mande perpetuamente.”[11] Años más tarde, en su mensaje al Congreso de Bolivia, el 25 de mayo de 1826, sostendrá, en cambio: “El Presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas.”[12]

¿Cómo entender esta paradoja en el pensamiento y la acción del libertador? Pues entendiendo las contradicciones políticas que le tocara vivir. En cualquier caso, una lectura crítica de los documentos históricos nos impide utilizar y acomodar una idea a contextos actuales porque siempre correremos el riesgo de manipular la información. No obstante, el Bolívar de 1819 está lleno de entusiasmo e ideales liberales en la gesta libertaria que él mismo está liderando. El Bolívar de 1826 ha pasado, rápidamente, por los avatares y amarguras de la lucha por el poder que llega luego de toda gesta independentista. Para el uno, el ejercicio del poder es todavía la coronación de un ideal; para el otro, es el purgatorio de la ingobernabilidad. Para ambos, a pesar de todo, la Patria es más que un concepto: es la estrella que guía su tortuoso tránsito por la historia. Frente a la propuesta de una presidencia vitalicia y de transferencia personal, y un senado hereditario, junto a otras autoridades de elección libre, el historiador Enrique Ayala Mora, propone que “el Libertador pensaba que éstas eran necesarias limitaciones de la democracia, que garantizaban su vigencia y que permitían un equilibrio político en la etapa de transición entre la colonia y la ‘auténtica’ república.”[13]

En medio del proceso de consolidación de las nacientes repúblicas, la tentación monárquica fue una posibilidad cierta, en la medida en que la participación popular no era parte del proyecto político y el concepto mismo de “pueblo” terminó restringiéndose a los notables pues las masas carecían de conciencia para ejercer sus derechos políticos. No obstante, en una carta del 6 de diciembre de 1829, dirigida a Antonio L. Guzmán, Bolívar reitera su negativa a la opción monárquica: “la nación puede darse la forma que quiera, los pueblos han sido invitados de mil modos a expresar su voluntad y ella debe ser la única guía en las deliberaciones del congreso; pero persuádase Vd. y que se persuada todo el mundo que yo no seré rey de Colombia ni por un extraordinario evento, ni me haré acreedor a que las posteridad me despoje del título de Libertador que me dieron mis conciudadanos y que halaga todo mi ambición.”[14]

Las contradicciones no desmerecen a Bolívar puesto que ellas son el producto de una encarnizada lucha por el poder que de se desató inmediatamente después de la independencia por la disputa de los caudillos locales y que, por sobre ellas, el libertador construyó con éxito efímero su proyecto de la Gran Colombia e intentó, sin fortuna, despertar la consciencia de los pueblos hispanoamericanos. Tal vez por eso, al final de sus días, encontramos un Bolívar desencantado, menos victorioso pero más humano en medio de la derrota política. El 9 de noviembre de 1830, desde Barranquilla, enterado ya del asesinato de Sucre, escribe una misiva cargada de tristeza y desengaño a Juan José Flores, ya presidente de la naciente República del Ecuador, en la que, desencantado, dice que: “servir a una revolución es arar en el mar,”[15]

En este momento próximo a la muerte Bolívar carece de la perspectiva histórica necesaria para que alcance a ver la grandeza de su propia obra: la liberación de los pueblos de Nuestra América. El 10 de diciembre de 1830, desde la hacienda de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, en un acto de desprendimiento vital, luego de perdonar a sus enemigos, proclama: “¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.”[16]

García Márquez, en El general en su laberinto, recrea los últimos días de la vida del libertador. El día del fin, Bolívar “examinó el aposento con la clarividencia de sus vísperas, y por primera vez vio la verdad: la última cama prestada, el tocador de lástima cuyo turbio espejo de paciencia no lo volvería a repetir, el aguamanil de porcelana descarchada con el agua y la toalla y el jabón para otras manos, la prisa sin corazón del reloj octogonal desbocado hacia la cita ineluctable del 17 de diciembre a la una y siete minutos de su tarde final.”[17]

En la persona de nuestro Simón Bolívar, ese héroe de carne y hueso a quien recordamos en un aniversario más de su natalicio, se concentra el militar, el político, el estadista, el pensador utópico, el desencantado. Ahora lo podemos ver como no lo vio Fernanda Barriga, esa negra del Chota, de veintidós años, que cocina para Bolívar y lo ha acompañado hasta San Pedro Alejandrino. Ese 17 de diciembre ella canta, con una voz de tristeza esclava, las canciones que los negros entonan como un rezo para llevar el alma de los agonizantes a la paz de la eternidad. Logra entrar al cuarto del libertador con la camisa prestada que Bolívar vestirá como una mortaja. Se dice que en sus brazos, el Libertador entró en las tinieblas de lo eterno iluminado como el hombre de las vicisitudes, vencedor de las batallas por la libertad, perdedor de las intrigas políticas por el poder; el que cumplió con su juramento de no dar reposo a su alma hasta no liberar a su patria del yugo español, Bolívar, el sembrador del mar y la tierra.

Guayaquil, julio 24, 2007

[1] Simón Bolívar: la vigencia de su pensamiento, Francisco Pividal, comp., La Habana, Casa de las Américas, 1982, p. 15.
[2] Simón Bolívar: documentos, Manuel Galich, comp., 2da. Edición, “Carta de Jamaica,” 6 de setiembre de 1815, La Habana, Casa de las Américas, 1975, pp. 45-46.
[3] Ibid., p. 38.
[4] Ibid., p. 61.
[5] Ibid., p. 61.
[6] Ibid., p. 69.
[7] Ibid., p. 68.
[8] Ibid., p. 329.
[9] José Joaquín de Olmedo, “La victoria de Junín,” en Poesía de la Independencia, Emilio Carrila, editor, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979, p. 10.
[10] Jorge Núñez Sánchez, “Simón Bolívar y Guayaquil”, El Universo, 23 julio 2007, 7A.
[11] Simón Bolívar: la vigencia…, p. 105.
[12] Ibid., pp. 207-208.
[13] Enrique Ayala Mora, ed., Simón Bolívar: pensamiento político, Sucre, Universidad Andina Simón Bolívar, 1997, p. 34.
[14] Simón Bolívar: la vigencia… p. 277.
[15] Ibid., p. 287.
[16] Ibid., p. 290.
[17] Gabriel García Márquez, El general en su laberinto, Bogotá, Editorial Oveja Negra, 1989, p. 266.

domingo, julio 22, 2007

A propósito de Crónica del mestizo

Al finalizar el acto de presentación de Crónica del mestizo, en Guayaquil, en la Casa de la Cultura, el miércoles 18 de julio. En el orden acostumbrado: Lucho, Giselle, Rafaela, Raúl, Daniela y Paul.

La poesía implica un espacio de silencio, una mirada hacia adentro y un proceso de reelaboración del lenguaje. Tal vez por eso la gente tiene cierto temor a la lectura de poesía y los medios de comunicación son reacios a hablar de ella: después de todo, la poesía implica la construcción permanente de un lenguaje metafórico y, al mismo tiempo, la poesía no es un espectáculo mediático sino una manera íntima de acercarse al espíritu a través de la palabra.


La lectura de poesía requiere de un momento especial. Si el poeta se ha mirado para adentro, el lector debe hacer lo mismo: olvidarse del mundo que lo rodea, concentrarse en la repercusión del lenguaje, saborear la profundidad de la imagen, asumir la metáfora como la realidad de la palabra. Esta lectura es lenta e íntima a contracorriente de un mundo que todo lo devora con la omnipresencia del mercado, de una realidad mediática que nos ha hecho creer que la realidad es una cápsula de 30 segundos en donde supuestamente cabe una vida.


La poesía es esa utopía que no ofrece nada más que la contemplación del ser humano en el espejo de su propia finitud.